8 de diciembre de 2008

Alfred Kinsey

"Sólo el 10% de la población es homosexual o heterosexual nato, el 90% es bisexual"
(Luis Landeira - ADN).- "Doctor, me gustan los hombres y las mujeres, ¿es grave?"
Es una pregunta que muchas personas le hacen a su sexólogo o terapeuta, alarmadas por sentirse atraídas por ambos sexos. En un mundo dividido entre homos y heteros, el bisexual es una rara avis mirada con recelo por los demás, acusado de indecisión y con una no siempre merecida fama de vicios@.

Sigmund Freud fue el primer teórico que habló de bisexualidad, una tendencia sexual que comenzó a estudiarse tarde (mediados del siglo XIX) y de la que más de medio siglo después aún no existe unanimidad si se trata de un estado transitorio o una opción sexual más.

Lo cierto es que Freud y sus contemporáneos tenían muy claro la existencia de bisexuales y, yendo aún más allá, Alfred Kinsey estableció en sus famosos estudios con encuesta realizados en los años 40-50 que sólo un 10% de la población podía clasificarse dentro de las casillas homosexual o heterosexual (quedando así un 90% de bisexuales). “No hay dos poblaciones diferenciadas de homosexuales y heterosexuales", dijo Kinsey. "Sería como dividir el mundo entre ovejas y cabras”.

Entre el Yin y el Yang
Pese a las pioneras conclusiones de Freud y Kinsey, la existencia de la bisexualidad ha sido cuestionada una y otra vez en los últimos tiempos. La aparición del SIDA y otras enfermedades de transmisión sexual ha creado un clima de rechazo ante los bisexuales, y una ola de bifobia (rechazo hacia los bisexuales y hacia la bisexualidad) que exige a los amantes de ambos sexos que se decidan por una única opción: o carne o pescado. Pero el bisexual es omnívoro y no quiere ni puede escoger.

En el año 2005, un estudio realizado por un equipo de psicólogos de Chicago y Toronto, echó más leña al fuego bifóbico cuestionando seriamente la bisexualidad en general y la masculina en particular. Fue un estudio fiable, por hacerse midiendo el grado de excitación de personas supuestamente "bi" frente a imágenes eróticas de ambos sexos.

El resultado fue que la mayoría de los varones “bisexuales” se excitaban con uno de los dos sexos, con especial preferencia por el masculino. En el caso de las mujeres, la cosa estaba más indefinida, y podían (mas)turbarse con imágenes de ambos sexos, aunque siempre mostraban inclinación por alguno. El estudio, publicado en la revista Psychological Science, provocó una gran polémica y muchos psicólogos se echaron las manos a la cabeza tachando los resultados de poco fiables: resultaba muy arriesgado sentar cátedra sobre un tema tan espinoso, resbaladizo y enigmático como la identidad (bi)sexual.

"Me enamoro de personas, no de sexos"
En enero de 2008, otro estudio (realizado en la Universidad de Utah) desmentía el anterior, afirmando que la bisexualidad, al menos entre las mujeres, no era un período efímero o confuso, sino una orientación sexual más, tan estable como la homo o la hetero. El estudio hizo un seguimiento sexual de una década a 79 mujeres bisexuales entre 18 y 25 años. El resultado, publicado en la revista de la Asociación Estadounidense de Psicología, no dejó lugar a dudas: las mayoría de las mujeres (más del 70%) mantuvieron relaciones estables de más de un año con personas de ambos sexos.

La directora del estudio, Lisa Diamond, declaró que “la sexualidad femenina es menos rígida que la masculina” y, por eso, incluso las lesbianas podían tener relaciones con hombres, asegurando que “me enamoro de personas, no de sexos”.

Con esta última frase, entramos en el territorio de la pansexualidad, o “atracción estética, romántica o sexual por otra persona independientemente de su género”. La diferencia está en la zona del cuerpo: mientras la bisexualidad es un asunto más lúbrico y cambiante (y también más masculino, más proclive a construir barreras macho/hembra) la pansexualidad es patrimonio del corazón, una condición más estable, femenina y espiritual.

Así las cosas, tal vez sería interesante dejar de encasillar y etiquetar, vivir la sexualidad como algo más libre y espontáneo. La vida da muchas vueltas y autodefinirse es limitarse. Por eso, no estaría mal celebrar un Día del Orgullo Pansexual o la Fiesta del Sexo, sin más, una efeméride dionisíaca en la que tuvieran cabida todos los tipos de sexualidad humana. Porque el que hoy come pescado, mañana puede comer carne sin necesidad de cruzar a la acera de enfrente