12 de abril de 2010

ME VOY A MORIR ?

Y me dijo que suba al segundo piso, que me acerque al consultorio número 14. Obedientemente, abrí la puerta y subi peldaño por peldaño, pie a pie y, curiosamente, conté mis pasos hasta llegar a la puerta del Doctor. Todo era blanco, tenía un olor no común a hospital, había una señorita que ejecutaba la labor de recepcionista. Al pasar por su lado, ella miraba la televisión mientras se limaba las uñas, poca importancia me dio, así que seguí mi camino.

Cuando me encontré en la puerta, el doctor estaba sentado hablando por teléfono. Me miró e hizo un movimiento de mano como diciendome: "Adelante por favor". Avancé y mi cuerpo apareció sentado frente al doctor.

-Cuál es tu nombre?-me preguntó el doctor.
-Lucas Ferdinand- respondí, tranquilo mientras me acomodaba el short plomo que llevaba puesto.
-Ujum, ok. Mira, hemos realizado el examen de HIV con la muestra de sangre que diste- me dijo mientras yo lo miraba fijamente a los ojos-. Primero lo hicimos acá, y luego, tras ver el resultado, creímos que nos habíamos equivocado; por ello, envíamos tu muestra de sangre para que vuelvan a hacer un examen en un laboratorio especializado- prosiguió mientras sentía que la sangre se me iba a la cabeza, sentí que estaba hirviendo, que todo se me ponía rojo- y hemos concluido que tienes VIH.

No lo podía creer, no podía ser cierto. No. No, es un error. Es un error, deberían volver a hacer un examen. No, es un error.
Es un error.
Cómo es posible? LLegué sin la más mínima idea de que recibiría una respuesta como esa, pero me dicen que tengo VIH! Me está diciendo que tengo VIH! Soy ceropositivo? Realmente lo soy? Cuándo paso esto? Como? Por qué?

El doctor me miraba y me decía que había cura, que no me preocupara, que hace diez años la gente moría de esto, ahora no. Ahora hay alternativas para salvarme, pero que debía ser rápido y no esperar a que mis defensas bajen. Me decía tantas cosas que lo único que yo escuchaba era: "Hay cura, apúrate". Pero qué le digo a mis padres? Cómo me curo? Cuándo lo hago? Me voy a morir? Qué le digo a mi novio? Me voy a morir? Como le explico a mi novio? Me voy a morir? Me retiro de la universidad? Me voy a morir? No quiero vivir más. Me voy a morir?

Y ahora qué hago? Simplemente seguir con mi vida teniendo en cuenta que le puedo contagiar a alguien? Qué mierda hago? Maldito día el que me acosté contigo, Gonzalo. Maldito viaje a Santiago, debí haber usado un preservativo. Él estará vivo? Seguirá contagiando el virus a más personas?

Qué carajos hago?

El doctor me recomendó acudir a una posta, donde pueden tratar mi enfermedad. Me dijo, también, que si me atiendo en ese lugar, lo más probable es que me den medicamentos gratuitos, brindados por el gobierno Estatal. También me recomendó hablar con mis padres, se los digo? Será una buena idea esa?

Finalmente, me dijo que las vías de contagio son muchas y que no debería acostarme con las más bonitas. Según el doctor, las más bonitas son las más vulnerables, ya que ellas tienen sexo con distintos "patas" por ser bonitas. Que me cuide de ellas. Debí haberle dicho al doctor que yo me acuesto con hombres y no con mujeres? Que prefiero un "bonito" a una "bonita"?

Asustado, sin poder asumirlo aún, llegué a casa. Cogí la portátil y traté de averiguar de alguna posta cercana a mi casa, pero no tuve suerte, así que decidí llamar a Infosalud.

-Buenas tardes, Infosalud?- pregunté.
-Sí, buenas tardes. En qué le puedo ayudar?- respondió ella con un tono de voz gentil.
-Mi nombre es Lucas Ferdinand y hoy, hace unas cuantas horas, he sido diagnosticado con VIH- dije con un nudo en la garganta, puesto que aún no asumo que soy ceropositivo.- y me preguntaba si me podía ayudar a encontrar alguna posta cercana a mi domicilio.
-Ok, dónde vive usted?- preguntó la señorita, con el mismo tono de voz gentil que hace unos segundos.
-Vivo en Barranco, por la Biblioteca Municipal- le dije.
-Dejame verificar, por favor.-volvió a decirme con, aún, el mismo tono de voz gentil.

Al cabo de unos segundos, me dio la información que le pedí y me dijo que lo que estaba pasando, si bien era una enfermedad, no debía asustarme, puesto que ya tiene cura. Que tome las precauciones del caso y que trate de estar calmado y sereno. También me indico el procedimiento de atención en las postas, para poder ser atendido y no tener inconvenientes. Me preguntó mi edad y cuando le dije que tenía diecinueve años, se tomó unos cuantos segundos para digerirlo, luego me dijo que soy joven y tengo una vida por delante. Finalmente, me recomendó hablar con mi familia, para poder tener algo de apoyo moral.

Yo, aún asustado por lo que estaba pasando, le dije que todavía no lo asimilaba, que necesitaba cierto tiempo para tomar una decisión acerca de qué iré a hacer. Ella me dijo que ella era psicóloga, que cada vez que necesite hablar con alguien, que acuda a ella sin ningún costo, a la línea gratuita. Sin saber cómo agradecerle, me despedí y corté.

Diez minutos después, el teléfono sonó y respondí.

-Aló?- dije, con un poco de pena aún por mi enfermedad.
-Hola hijito, cómo estás?- dijo una señora, con una voz muy dulce y apaciguadora.
-Hola mami, qué tal?- respondí sin saber cómo responder a su pregunta.
-Bien, Lucas. Tranquila, y tú?- me preguntó con una curiosidad muy marcada en su tono de voz.
-Tranquilo, sin ningún problema- le dije, preguntándome si tal vez se habría enterado que soy seropositivo-.
-Ah ya, tu papá me llamó, pero le tuve que colgar, porque estaba ocupada. Está él por ahí?- me preguntó, mientras yo me secaba las lágrimas de los ojos.
-No, se fue a comprar, te llamó porque quería contarte de una discusión que tuvimos, me granputeó y yo le respondí-le conté-. Pero ya se le pasó, no le hagas caso, solo te llamaba para joderte el día- le dije a la mujer que siempre admiraré y querré-. Hace tiempo que no hablamos mami, estás bien? Cómo esta todo en casa?-le pregunté para finalizar la llamada-.
-Sí, mi amor, todo está bien. Ya te enseñaré a cómo estar bien todos los días con una frasesita que he aprendido por ahí- me dijo, muy entusiasmada ella-. A ver, di que te sientes bien, Lucas.
-Me siento bien, Mami- le dije, para que se contentara, mientras yo lloraba, porque en realidad me sentía hasta el perno-. Ya te tengo que dejar, cuidate. Te quiero mucho.
-Yo también, mi bebé- me dijo y cortó.

Vi mi imagen reflejada en el espejo y noté que mis ojos estaban muy rojos, rojos del llanto. No podía decirle a la única mujer en mi vida a la que he venerado y amado con locura que estaba enfermo y que la necesito. Es un problema mío. Pero aún me sigo preguntando: Me voy a morir?
No quiero morir.

No quiero morir.

Por favor, no quiero morir.

Wayna Ankalli...